miércoles, 1 de abril de 2015


Por María Isabel Pardo Bernal.
UNA ETERNIDAD. © 2015 Reservados todos los derechos.
                                               
 
                                         UNA ETERNIDAD

 
¿Por qué estás tan seguro de que te voy a esperar siempre? ¿Acaso tus cadenas podrán soportar los latidos de mis venas en las largas noches en la que tu ausencia es la única pregunta, mi única respuesta? ¿Resistirán tus lazos de mentiras las embestidas de mi piel enardecida en la madrugada fría? ¿Tendrás el arrojo necesario para liberar mis manos del sudario de tus excusas? ¿Tendrás la valentía suficiente para tapiar mi ventana, para cortar mis alas, para colocarme corazas? ¿Serás capaz de desnudar mi alba y arrojarme a los perros que ladran venganza? ¿Podrá el fuego de tus ojos contrarrestar mi desasosiego, encender mi cuerpo? ¿Lograrán tus abrazos de aire sortear océanos, dibujar mi silueta, atraparme con tu cepo envenenado? ¿Engañarás  a  los elementos para introducirte en mi realidad, en la luz que me enmaraña? ¿Vendrás a calmar mis tormentas cuando el deseo arañe  y arranque la piedad y sus herramientas?
Pesan las preguntas cuando inicio el vuelo, pesa el silencio, me pesa el tiempo que se nos pierde entre el suspiro y el beso. No permitas que se muera el amor de ausencias, niño, qué ya no aguanto la distancia que hay desde tu boca a mi pecho, que ya no soporto el vacío que aísla mi lecho.  
Y mientras la pesadilla se apodera de mis sueños, las caracolas vienen a embrujarme con el eco de tu voz. No es posible sufrir más, estoy perdida irremediablemente. No hay ataduras, ni abismos, ni muertes, ni vidas que se interpongan entre tu dulce canto de sirena y mi pasión loca. Cruel amor que emerge fácilmente desde el abandono para atormentarme un día más, un beso más, un abrazo más, un siempre más, y así, por los siglos de los siglos.

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