viernes, 5 de diciembre de 2014


Por María Isabel Pardo Bernal.
DESEO © 2014 Reservados todos los derechos.

 
Ulises escribe en las caracolas: “Me alimentas el alma”,  y mi  mariposa interna siente un dulce sabor, un tierno desasosiego. Alborozada, revolotea por mis secretos laberintos, por mis más desconocidos recovecos, por sus más hermosos instintos, pero, a la vez,  la loba, mi loba,  se desgarra y grita: “¡Quiero que este hombre  también alimente mi cuerpo!, mas, no puedo evitar que detrás de nuestra puerta, las hienas esperen. Oigo sus dientes castañetear, y veo sus lenguas viperinas babear hiel. Necesitan carnaza, y pacientemente la esperan, aunque, ¿qué importan sus ruidos si tú  me dueles desde afuera, desde tus ausencias, desde tus silencios?, ¿Qué  importa la hoguera si cuando vienes a mí, me  haces viajar al infinito, si cuando te entregas y me entrego, arde hasta lo más bendito?

El deseo irrumpe y me desespera, cautiva la miel de mis colmenas, me arrulla hasta agitar tabernáculos, y a las cándidas resistidoras del famélico pasado, que desaparece con tu fuerza.  El deseo me arrastra hasta inclinarme con el ímpetu de tu descarada juventud. El brío de sus acometidas desvanece mis dudas, me impregna de suave almizcle, me encumbra y me impulsa.  El deseo me envuelve con las llamaradas del espíritu que trasciende al sereno levitar de las almas en tierra. El deseo me cubre con las inquietas plumitas de nuestros despertares, con las tormentas de las noches que gimen saturadas de envidia por nuestros abrazos de aire. El deseo me tienta, y retienta hasta descubrir el alba de mi piel, hasta inventar el placer del hombre que  amo. El deseo me  empapa y palpa hasta que abro el portón al guerrero que avanza en busca de su dama blanca. Es el deseo, nuestro deseo que no cesa, que siempre reclama más y más. Es el deseo que tiembla, solloza y ríe; el afán que sueña, susurra, y promete. Siempre el deseo en nuestras barcas, siempre juntos en las aguas, siempre unida a tu guerra y a sus marcas….

Detrás de la puerta, las hienas se amontonan mostrando sus dientes amarillos, y furibundas, andan en círculos, sus ojos buscan una luz a la que atacar;  no me afecta,  te amo y me amas, me haces parir deseo ¿Qué importan las jaurías si acabas de regalarme un: “mi niña, te quiero”?  Estallaré,  concebiré nuevos universos para mi sol, tendrás en los brazos esa estrella que tanto ansías; te daré todo lo que soy y lo que no soy, fusionadas tu luz y mi luz por los tiempos de los tiempos… ¡Será!

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